Por Carlos Andrés Almeyda

La nueva vida que ha venido cobrando en Colombia la publicación de libros para público infantil y juvenil –pues se editan con más frecuencia y bajo una cuidadosa y completa investigación editorial– tiene que ver precisamente con el paso que ha dado de parecer un subgénero de la literatura a ocupar el lugar que le corresponde junto al libro comercial, el de las grandes masas, el libro para público adulto.

«El tratamiento que se les da crea una barrera artificial entre lo que se escribe para niños y jóvenes y lo que se escribe para adultos, cuando las dos formas de escritura son Literatura. (…) Sigue vivo el prejuicio de que la literatura infantil y juvenil requiere menos dedicación, esfuerzo, rigor y profundidad que la literatura para adultos. En un momento en el que la lectura convive con otras formas de comunicación, a menudo superficiales y rutinarias, cuando no embrutecedoras, consideramos fundamental que los analistas culturales y la sociedad en general cobren conciencia de su importancia y le presten la atención que merece».

Ello, naturalmente, ha cambiado. Sobretodo por que, dada la inminente necesidad de incrementar los índices de lectura en el país, el lugar más idóneo para promover esta clase de iniciativas no podría ser otro que la escuela, lugar en el que antaño muchos jóvenes empezaran a distanciarse de la lectura al verla como un requerimiento escolar y no como una manera viable y entretenida de acceder al mundo en su proceso de reconocimiento y aprendizaje.


Bajo el cuidado de su directora de arte, la diseñadora Camila Cesarino, y el trabajo de autores e ilustradores como:
- Olga Cuéllar (Saltarines),
- Diego Francisco Sánchez-Dipacho (Dos pajaritos),
- Claudia Rueda (Anaconda),
- Jairo Buitrago y Rafael Yockten (Jimmy, el más grande),
- Jairo Ojeda y Cynthia Bustillos (A la una la laguna),
- Irene Vasco (La gran barca),
- Maité Dautant (Lo misterioso, lo sorpresivo, lo insólito y para de contar…),
- John Naranjo (Juegos visuales),
- Francisco Leal Quevedo y Juana Medina (Faltan 77 días),
- Jairo Aníbal Nino y José Rosero (Caballopando),
- Clarisa Ruiz, Nathalie Leger-Cresson y Pedro Ruíz (La voz del Jaguar),
- Francisco Montaña y Daniel Rabanal (La muda)
- y Gonzalo España (Memorias de un caballo de la Independencia),
la colección recoge toda clase de géneros, entre poesía, narrativa breve, cuento, novela, en una apuesta que bien ha de acercar al público infantil y juvenil al principal propósito de estos primeros trece títulos, permitir que el libro sea objeto de búsqueda e interacción, como uno de sus más entrañables ejemplos, Anaconda, el libro ilustrado de Claudia Rueda, la historia de Amarillo y Naranja, dos ratoncitos que atraviesan el río a través de un puente bastante peculiar, un libro-álbum que se abre como un acordeón y donde «lo menos peligroso es la anaconda», como podrá verse al ir llendo de una a otra tapa del libro.