Las malas de Camila Sosa Villada

Por Berta Lucía Estrada Estrada*

Crítica Literaria-


Hace dos años, en el 2020, conocí a la escritora trans Camila Sosa Villada cuando obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz con su novela Las Malas; después vi una entrevista que le hicieron y luego no volví a pensar en ella hasta hace apenas cuatro días cuando compré su libro traducido al francés por Laura Alcoba, una muy buena escritora argentina que vive en Francia desde los nueve años y que publicó un libro excelente titulado La casa de los conejos y sobre el cual hablo en mi libro ¡Cuidado! Escritoras a la vista… (BLE Ediciones, 2009) y que pueden leer en versión integral y gratuita aquí.

Y es precisamente porque ya conocía a Laura Alcoba que decidí leer el libro de Camila Sosa Villada en francés puesto que su bilingüismo y su oficio de escritora son una garantía de un buen trabajo; y debo decir que no me defraudó. Disfruté cada párrafo como si lo leyese en castellano. Cabe decir que Les Vilaines (Éditions Métailié- Collection Points) obtuvo el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro en la categoría de novela extranjera en el 2021; y Laura Adler, periodista de France Inter, escritora y gran lectora, dijo sin ambages: “¡Bravo por este libro magistral, poético, humanista, filosófico y a la vez una gran novela de amor!”.

Las Malas es un movimiento telúrico de gran magnitud cuyo epicentro, a pocos milímetros del suelo, es la violencia desatada en toda su dimensión. Es un libro difícil de clasificar en un solo género; sin embargo, me atrevo a decir que es una autobiografía novelada, y al mismo tiempo es un libro que desnuda a la sociedad católica y heterosexual y que pone en evidencia la terrible violencia que ejerce en contra de las minorías sexuales como son los travestis (Camila, el personaje central de la obra, se define a sí misma no como trans sino como trasvesti; incluso en una entrevista rescata esta palabra y la pronuncia con orgullo). Y si hablo de violencia es porque esa es la columna vertebral de este libro sorprendente en todos los aspectos, exquisito en el manejo del lenguaje, profundamente poético y a la vez descarnado, brutal sin llegar jamás a ser obsceno; y si bien sus escenas de sexo también son muy fuertes tampoco puede decirse que se trate de una obra pornográfica; al menos no para mí. También es una novela que navega en la ficción e incluso en el surrealismo; me refiero a la transformación de María la sordomuda (así la llaman; es decir, no hay coma entre su nombre “María” y entre el artículo y el sustantivo que lo acompañan) en pájaro. Pienso también en Natali cuando cada mes se transforma en una loba que le aúlla a la luna llena.



La violencia se ejerce de múltiples formas; a saber: física y verbal, económica y social. Las Malas son un grupo de mujeres trasvestis que se prostituyen en un parque donde están sometidas a todos los vejámenes posibles; tanto desde los clientes que les pegan o las asesinan a golpes o a cuchilladas como por la violencia de la policía que también las golpea, las roba y las viola. No en vano Camila, el personaje de la novela, dice: “A partir de ese día (cuando tres policías la violaron cuando tenía solo 16 años) mi cuerpo tuvo otro valor. Dejó de ser importante. Se convirtió en una catedral del vacío”. En el parque se teje la amistad y también se consumen alcohol y drogas en grados rabelesianos. Y por supuesto, está la mirada de los vecinos que transitan en el día y que las miran como si fuesen monstruos que hay que pisotear y destruir. Camila también sabe que ser travesti puede ser una fiesta, una fiesta eterna, siempre y cuando se acepten los códigos impuestos por la sociedad. Y esos códigos son la exclusión y la violencia ya mencionada.

Y también hay otra violencia soterrada y que carcome los huesos, los muele y los vuelve polvo; me refiero a la soledad. A la falta de amor. Si bien entre ellas mismas se sostienen y se ayudan, también saben que esa amistad es muy frágil y que en cualquier momento puede desaparecer bajo los puños cerrados que rompen la boca y vuelan los dientes.

También hay otra violencia, y es la que ellas mismas infligen a sus propios cuerpos. En una sociedad que ha convertido el cuerpo de las mujeres en objetos de placer, ellas, las trasvestis, en su deseo de mimetizarse en un cuerpo femenino, y al no tener la capacidad económica para una cirugía estética, al menos para la gran mayoría de ellas, acuden a “recetas mágicas” como es inyectarse aceite para aviones para redondear el cuerpo en el que viven atrapadas como si se tratase de una cárcel. Y es claro que un tratamiento como ese deja secuelas enormes y muy dolorosas en los cuerpos que ellas anhelan y sueñan.

Y volvamos al lenguaje. Camila Sosa Villada dice, palabras menos palabras más, que ella heredó la fuerza del lenguaje de su madre, que su padre lo derrochó, y que ella, Camila, lo trituró, lo transformó, lo enterró y lo redescubrió. 

Pocos libros como Las Malas tienen esta fuerza, esta furia que recorre cada frase, cada párrafo, cada página. Camila Sosa Villada dice que la “furia” es necesaria para poder sobrevivir a tanto escarnio, a tanta rabia, a tanto oprobio, a tanta marginación, a tanta exclusión, a tanta pobreza, a tanta hambre, a tanta miseria, como la que enfrentan los trasvestis. Son excluidos y violentados en sus propias familias, en el barrio en el que crecen, en el colegio, en la iglesia (bien sea por curas o por los mal llamados pastores que vitorean desde el púlpito que ellos, los trasvestis, son una mancha en la sociedad y que por lo tanto son “pecadores”). Y por supuesto, está el Estado y la ausencia de legislación que abogue por sus derechos. Se les niega una buena educación y por ende el acceso a un buen empleo; se les margina de la sociedad (acceso a una vivienda digna, entre otros derechos) y de los centros donde la ciudad se mueve en pleno día. Para los trasvestis lo que queda es la oscuridad, los árboles donde pueden esconderse de la policía o donde pueden ganarse unos cuantos pesos que les permita vivir el día a día. Y cuando un grupo social debe vivir en la penumbra, escondiéndose, es porque se le están violando sus derechos; y cuando eso sucede es porque el Estado y la sociedad ejercen su enorme poder para aniquilarlo y destruirlo.

Camila Sosa Villada es una voz que se alza y que grita para que la ignominia salga del barro, para visivilizarla y así poder denunciarla. 


Las Malas es un libro que hiere como un puñal, que corta como un bisturí y que nos pone enfrente de nuestras propias vísceras. Un libro necesario. Un libro hermoso, y doloroso, muy doloroso.


PdL