La mirada inquieta (de Bayly)

Por Jesús Rodríguez


*Los genios
Jaime Bayly
Galaxia Gutemberg
España, 2023
240 págs.


* García Márquez cumplió 80 años el 6 de marzo de 2007, fecha que el artista Rodrigo Moya (Medellín, 1931) consideró oportuna para publicar una fotografía que había mantenido inédita por más de treinta años. Era un primer plano de Gabo, en la que lucía joven y sonriente, pero con un ojo morado. El retrato, publicado en La Jornada, iba acompañado de una nota explicativa. García Márquez, amigo de la familia, asistió a su estudio de la Ciudad de México, en los primeros días de febrero de 1976, para dejar constancia gráfica de su equimosis periorbital, que fue ocasionada, según le confió, por un puñetazo de Mario Vargas Llosa. 

Se sabía que la amistad entre los dos escritores se había estropeado en algún momento, pero no se conocían los detalles. Ellos se abstenían de hablar sobre el asunto. La publicación de la imagen revivió el interés por el tema y suscitó artículos en los diarios del mundo hispano y en algunos de más allá. A Jaime Bayly (Lima, 1965) se le ocurrió escribir una novela.

Era, sin lugar a dudas, una buena excusa para novelar la relación personal y literaria entre los dos autores más importantes del boom latinoamericano. La historia contenía todos los elementos dramáticos de un anuncio de cine de pueblo macondiano: «acción, tiros, puños, carreras a caballos, lindas mujeres, bellas canciones». Y literatura, mucha literatura. Bayly indagó aquí, allá, amontonó libros, revistas, periódicos y todo lo relacionado con el tema. Pese a su ardua labor, nunca logró desentrañar la verdadera razón de aquel derechazo memorable, por lo que recurrió a la especulación. Por este motivo, su editorial, Galaxia Gutenberg, inscribe una aclaración: 

Este libro no es un texto histórico ni una investigación periodística. Es una novela, una obra de ficción, que entremezcla unos hechos reales, históricos, con unos hechos ficticios que provienen de la inventiva del autor”.

Fue presentada en Madrid el 23 de marzo de 2023 y luego en todas las ferias de libros posibles. Ha creado un gran revuelo mediático, pero no ha sido bien recibida por la crítica. El Comercio de Lima —ciudad natal del autor—, por ejemplo, ha solicitado a sus lectores solemnes, abstenerse de leerla.
Se trata de una novela superficial, en la que abundan los lugares comunes, la reiteración, los datos inoficiosos y otros males propios del escritor aficionado, pero lo que más impresiona es su obsesión con Vargas Llosa. Bayly escruta con cierta morbosidad las calamidades domésticas que rodean al autor de La Ciudad y los perros, incluyendo la relación sadomasoquista de sus padres. Le echa en cara su faceta de macho celoso, depredador sexual incestuoso, que arrasa con tías y primas; un falo indómito que cabalga salvaje por las praderas, sin que ninguna virtud del alma lo puede detener.

Se titula Los genios, pero en realidad se ocupa poco de García Márquez, de quien solo narra episodios conocidos y a quien trata con condescendencia y afabilidad. La obsesión con Vargas Llosa no tiene una causa claramente identificable, pero se podrían conjeturar algunas. Una de ellas es la nacionalidad: procedentes del mismo país, del mismo siglo y del mismo oficio, es posible que surjan celos literarios. 

Otra es la buena salud y la popularidad de Vargas Llosa, quien continúa siendo blanco de los reflectores y de las portadas de las revistas rosas y literarias. García Márquez, por el contrario, con su muerte, ha ascendido a una dimensión espiritual.

Bayly es un autor que escribe como habla y que ha destacado por hablar con desparpajo de temas tabúes en las dos décadas pasadas, por lo que a menudo se le ha calificado de enfant terrible. Se le debe reconocer, sin embargo, que, para abordar a los genios, abandonó la primera persona irreverente, constante de sus textos, para asumir la historia desde una neutral tercera persona. Pero es posible que no lo lograse de forma impecable. Da la impresión de que no elaboró a un narrador, sino que trasladó al Bayly de la televisión al libro. Actúa de forma omnisciente, como en las novelas premodernas, en las que sabe todo, como Dios, incluso lo que piensan los personajes.

En ese sentido, habría sido buena idea que retomara las lecciones de su amado y odiado Vargas Llosa, quien expone muy bien el conflicto del narrador en La Mirada quieta (de Pérez Galdós) (Alfaguara 2022):

Pérez Galdós no entendió nunca lo que Flaubert enseñó al mundo. Ya lo dije pero vale la pena repetirlo: que la invención del narrador es el primer y más importante paso que debe dar quien se dispone a escribir una novela.
[…] Si el autor no tiene esto claro, escribe «novelas antiguas».
Escribir como se habla no es en sí mismo un defecto. Todo depende del hablador y de la perspectiva desde donde se mire. De hecho, se le considera una nueva tendencia en la literatura española.


En política, el narrador de la novela describe los regímenes políticos y reparte opiniones desde la ideología derechista, único punto de vista válido. Visión que comparte con el Jaime Bayly de la televisión. En general, los hechos narrados asumen características tele novelescas, resaltando pasajes efectistas y situaciones embarazosas. Los diálogos conservan la misma llaneza. Se extraña, tratándose de dos titanes de la literatura y de la intelectualidad latinoamericana, los razonamientos profundos, las frases memorables y los actos de grandeza humana.

PdL