Los libros que se escriben en cautiverio son tan bellos como ver arder una prisión


Fugas de Tinta
Crónicas, cuentos y relatos escritos desde la cárcel
Taller de Edición Roca
Volumen 2 y 3
160 páginas
Bogotá 2009-2011



En la ronda de sus palabras/las oigo reír/libres de sí./Saben la vida./Prohibidos, 
deliciosos sabores,/verdaderas como el crimen que pagan./Aguardan 
bajo el umbral del tiempo,/Buscan huellas/Ascienden muros/Alcanzan azoteas/
Presienten el mar/Llenan horas de tinta./Es de palabras la escalera/
y la canción en que se dan a la fuga.
                                                                                              
José Zuleta

                                                                                       
                                                                            

Por Celedonio Orjuela Duarte


Si se observa bien, en la historia de la literatura las grandes obras se han escrito desde las mazmorras del mundo, incluso en el mismo siglo XX, se mantienen vigorosas con el paso del tiempo. El premio nobel de literatura Coetzee, desnuda en sus novelas y ensayos el régimen del apartheid de Sudáfrica recordado por sus infamias y la larga e injusta condena de Nelson Mandela. La pretérita Unión Soviética que ha generado variopintas miradas después de la caída del muro de Berlín y la respuesta de importes artistas, especialmente Soljenitsin quien alertó al mundo de que algo incómodo para el ser humano se fraguaba en el régimen stalinista. El poeta español Marcos Ana, preso durante la época del fascismo franquista, poeta que por fortuna sigue vivo, estuvo hace un par de años en el festival de poesía de Medellín.

O el caso de Nazim Hikmet, poeta turco, todo el cuerpo poético de su creación respira los barrotes de sus 18 años de encierro en su lucha por una Turquía democrática, laica e independiente; podríamos seguir enumerando casos de la vasta persecución de los distintos regímenes a los hombres de pensamiento y cultura. O el caso del gran poeta, novelista y dramaturgo Jean Genet quien pasó buena parte de su vida en la cárcel, sus libros son testimonio de ello; Oscar Wilde, preso por amor, en un régimen de doble moral como fuera la era victoriana, o el gran maestro de la literatura de Indonesia, Pramoedya AnantaToer, suma un lugar exclusivo en la historia de muchos reos que por lo menos vieron arder los barrotes en sus sagas; el caso de Pramoedya AnantaToer es la total afrenta, primero estuvo en la cárcel de los holandeses colonizadores de su patria, donde atesoró sus escritos en la memoria, cuentos y novelas, porque le negaban papel, lápiz y hasta el derecho de escribir. O los calabozos de la inquisición que encerraron durante cuatro años al gran poeta místico Fray Luis de León, porque alguien usurpó de su habitación una traducción del Cantar de los Cantares del rey Salomón, vertida del hebreo al español, desatendiendo la vulgata autorizada por la iglesia, de ello queda aquella hermosa frase que le dirigiera a sus alumnos Decebamus externa die. La lista es dolorosamente larga y de orden mundial. El premio Nobel chino en el año 2000, Gao Xingjian, "re-educado" en un campamento rural durante la Revolución Cultural. Leer las peripecias de estos autores, de cómo a punta de vejámenes y de una labor eminentemente clandestina en muchos de ellos, terminaron sus libros, para luego ser reconocidos en el universo de las letras.

Estos nombres dictados por el azar de la memoria, sirven para recordar que una de las moradas de la literatura es la prisión. Los libros de esos grandes escritores son el abrevadero real del estado de salud de esos regímenes. Por eso viene bien que aparezcan en el panorama nacional libros escritos desde las prisiones de Colombia que por desgracia son cada vez más y escuelas cada vez menos.

El programa Libertad bajo palabra del Ministerio de Cultura, es un proyecto que se desarrolla en diez cárceles colombianas, orientado por el poeta José Zuleta, ayuda a que los prisioneros y prisioneras encuentren en la escritura una herramienta para decir, para rehacerse desde las palabras, para liberarse en la verdad de la literatura, reza unos de sus objetivos.

Y lo han logrado con tres volúmenes que circulan en los talleres del público carcelario y en las librerías, libros con el nombre de Fugas de tinta al cuidado del Taller de Edición Roca. Producto de los talleres impartidos en las 10 o 15 cárceles donde ha podido llegar el programa. En los libros encontramos un puñado de textos verdaderamente valiosos que bien pude engrosar, algunos de ellos, el parnaso de las letras nacionales, producto del trabajo de taller dictado por destacados escritores del orden nacional como: Antonio Silvera, Henry Benjumea, David Macías, Jesús Antonio Álvarez, si tenemos en cuenta que desarrollar un taller de literatura en la prisión ofrece singularidades especiales que van desde ese “otro tiempo” que es estar encarcelado y por lo mismo ese período tiene que ser otro en la medida en que por ser personas que han perdido los derechos, muchos de ellos no pueden llevar libros, revistas y otras formas de lectura a sus celdas; en otros se prueba la escasa escolaridad. Una sociedad que sólo se limita a castigar; reparar una sociedad no está en los planes de una clase dirigente dedicada al pillaje del erario público. Los internos colombianos purgan sus “penas” con asistencialismo del estado y de Fundaciones de mea máxima culpa a una sociedad de desvalidos que lo único que hace  es estirar la mano temblorosa y limosnera. El pulso del bienestar económico y mental de un país se observa en la atención a la salud y a la escolaridad y en la disminución de sitios para vigilar y castigar como lo dijera el filósofo. Un país como Colombia que desde su fundación como república ha generado una serie de guerras intestinas cada vez más escabrosas ha hecho que en vez de disminuir lugares de confinamiento, vayan en aumento. La población carcelaria colombiana en los últimos diez años ha subido escandalosamente. 



De este mal diagnóstico social se desprende que el trabajo y la metodología de un tallerista al igual que el lugar de sesiones cambia continuamente y está sujeta a roles y estados de ánimo tanto de los internos como de los funcionarios que en ella laboran, como es el caso de la guardia que actúa de acuerdo a su estado de ánimo entorpeciendo la buena marcha del trabajo del tallerista evitando que los internos puedan salir de los patios para llegar a al aula de clase. De tal suerte que el tiempo del que disponen los internos, que es todo, no pueden emplearlo debidamente por cuanto las órdenes y contra órdenes de la burocracia hacen que muchas veces reine cierto desorden en el empleo de los espacios que por demás casi no existen, por tanto desde dentro de las prisiones la resocialización es mínima y eso lo demuestran las estadísticas dadas por el mismo Inpec. Los 144 centros de reclusión que tiene a su cargo alcanzaron los de 105 mil 474 internos. Sumados a las 22 mil 264 domiciliarias, mil 678 detenidos en cárceles distritales. 130.616 están privados de la libertad. Dentro de este grupo se destacan 3 mil 697 de Vigilancia Electrónica, mil 667 postulados a Justicia y Paz, 3 mil 302 miembros de bandas criminales y 222 extraditables. Los niveles de sobrepoblación carcelaria en el país son del 39.5% y esta cifra sigue en aumento, pues a 31 de diciembre de 2001, la tasa de hacinamiento era de 32.9%, lo que indica que en lo que va corrido del año tuvo un incremento del 6.6% que equivalen a 5 mil 725 personas. Al finalizar el año 2011 habían 124 mil 891 personas privadas de la libertad, de las cuales 100 mil 496 estaban recluidas en cárceles del Inpec, 21 mil 536 en detención domiciliaria, mil 768 en establecimientos distritales y mil 91 en penales de la Fuerza Pública. Estas cifran indican que al mes, los índices de sobrepoblación están aumentando en un 3.3%, que equivale a 2 mil 862 personas. Si esta cifra se mantiene, para finales de este año (2012) habrá 28 mil 620 internos más en los centros de reclusión.

Este frio panorama descrito, prueba la urgente necesidad de intensificar programas de resocialización más amplios que involucren todo el tiempo al interno en actividades de lecto-escritura y trabajo manual y así “robarle tiempo a la cárcel”, como lo dijera un interno en uno de los talleres. Por tal razón es loable la labor que viene realizando el Ministerio de Cultura, al igual que la Casa de Poesía Silva que ha llevado la presencia viva de la poesía a las cárceles desde el año 1992, bajo la orientación inicial de la poeta María Mercedes Carranza.











PdL